La enfermedad como camino



“Nuestro entendimiento no hace otra cosa que desmenuzar la realidad en pedazos más y más pequeños (análisis) y diferenciar entre los pedazos (discernimiento). Por ello, se dice “sí” a una cosa, y al mismo tiempo “no” a su contrario, pues es sabido que “los contrarios se excluyen mutuamente”. Pero con cada no, con cada exlusión, incurrimos en una carencia, y para estar sano hay que estar completo”


La enfermedad como camino. Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke
Estamos habituados a comprender la enfermedad como un inconveniente al que es necesario “combatir”; y así utilizamos expresiones como “lucha contra el SIDA”, “ganarle la guerra al cáncer”... etc. Sin embargo, pareciera que estamos combatiendo contra un gran desconocido, contra “algo” de lo que ignoramos su causa fundamental. Investigamos el “origen de las enfermedades” buscando en la particularidad, en la división, en la consecuencia. El cuerpo humano es un organismo integral (cuerpo físico, cuerpo emocional y cuerpo espiritual), en el que todo está relacionado. La medicina “mayoritaria” está entregada al estudio del cuerpo físico, y en una pequeña medida del cuerpo emocional. Sin embargo, la mayor parte de este último, y el cuerpo espiritual, quedan totalmente relegados de su investigación. Es curioso cómo los médicos admiten que "la buena disposición" del paciente, es un punto fundamental en la recuperación del mismo; sin embargo, ¿por qué no investigan los fundamentos biológicos de la actitud del paciente y su efecto en las enfermedades?
Como muy bien nos explican los doctores alemanes Dethlefsen y Dahlke en el libro “La enfermedad como camino”, y como hemos expuesto en la cabecera de este artículo, cada vez que excluímos, incurrimos en una carencia, y la salud depende, en gran medida, de la capacidad que tengamos para integrar y aceptar las situaciones que nos presenta la vida. Mientras sigamos observando parcialmente al individuo, seguiremos observando de forma dividida, parcial e incompleta a la enfermedad que se produce en el mismo.
De esta forma nos hemos ido acostumbrando a que, cuando aparece un dolor en nuestro cuerpo, tomamos una pastilla para hacerlo desaparecer. Ni siquiera nos planteamos que nuestro cuerpo es una maravillosa e inteligente máquina en la que nada sucede por casualidad y en la que, por tanto, cualquier dolor que se produce, es un aviso que nos ofrece una llamada de atención para tener en cuenta. ¿Por qué no atendemos al dolor, en lugar de tratar de ocultarlo, de exluirlo?
Afortunadamente, existe otra mirada más integradora de las enfermedades, que podemos encontrar en diferentes investigadores, científicos y médicos que se dedican a tratar de incorporar los aspectos abandonados por la medicina popular. En este ámbito se encuentran los doctores R. G. Hamer y H. Kremer, de los que podemos obtener una presentación bastante clara y amplia de sus teorías a través del investigador Antonio Tagliati (http://vimeo.com/4979304).
El doctor Hamer, fundador de la que ha denominado "Nueva Medicina", descubrió una visión revolucionaria acerca del cáncer y su origen fundamental. Debido a un suceso que marcó su vida por completo, -su hijo murió accidentalmente con dieciocho años-, comenzó a investigar de una forma completamente diferente las causas de las enfermedades. Tras el fallecimiento de su hijo, la mujer de Hamer contrajo un cáncer de ovarios, y poco tiempo después, él mismo padeció un cáncer de testículos. Estos hechos le llevaron a pensar que no sería una casualidad que se produjeran estas enfermedades justamente tras el angustioso shock emocional que causó la muerte de su hijo. De esta forma, fue descubriendo una relación íntima entre lo que él denomina "conflictos biológicos" y el cáncer, y en general, con todas las enfermedades. Le dio un fundamento biológico, y una explicación científica a algo que podemos entender intuitivamente, que es la relación entre la forma en la que percibimos nuestras experiencias, cómo nos tomamos la vida, y la enfermedad. Y partiendo de esta base, hizo una distinción entre dos fases bien claras de toda enfermedad: la fase de conflicto "activo" y la fase de "resolución". Así considera que la enfermedad debe ser tratada de forma diferente en cada una de estas fases, y que la aplicación de fármacos para la fase de conflicto "activo" en la fase de "resolución", puede resultar perjudicial para el organismo. Esta sería una de las causas por las que los mismos fármacos funcionan en unos pacientes y no en otros. Todos estos datos los pudo comprobar a través del análisis de un TAC cerebral de sus pacientes con cáncer. En todos ellos descubrió que en la fase de conflicto "activo" existían unas ondas en la parte del cerebro que se corresponde con el órgano afectado por el cáncer. Sin embargo, en la fase de "resolución", estas ondas se van haciendo más ténues.
Al mismo tiempo, el doctor Hamer observó la relación entre los diferentes órganos del cuerpo y los conflictos biológicos. Por ejemplo, observó la relación entre el cáncer de ovarios y las pérdidas de un ser querido, o una separación; relaciona el cáncer de huesos, con un conflicto de desvalorización; o el cáncer de vejiga con la sensación de pérdida de "territorio".
Esta visión es completamente revolucionaria, ya que transforma la visión que hemos tenido hasta la fecha del cáncer y otras enfermedades. El doctor Hamer propone, como principal solución para el enfermo, que sea él mismo quien tome las riendas de su curación resolviendo el conflicto del que procede su enfermedad. Para el doctor Hamer, el médico es solamente ese bastón en el que apoyarse, una guía para el paciente, que será quien haga el trabajo realmente importante. En base a la Nueva Medicina, las personas que resuelven los conflictos causantes de las enfermedades, son aquellas que las superan. De esta forma, le otorga un sentido científico a la apreciación de que la "buena disposición" del paciente es un 50% de su curación.
La Nueva Medicina del doctor Hamer abre un nuevo campo de estudio que aún queda muy relegado a lo "alternativo", y para muchos incluso dentro de la "ilegalidad" o la "herejía médica", ya que en su día fue acusado por tratar a sus pacientes desde esta perspectiva, y no desde la quimioterapia oficial que él consideraba sumamente destructiva para la persona, y poco eficiente.
Para comprender mejor la postura del doctor Hamer, recordaremos que el cáncer es la reproducción descontrolada de células en un órgano, que consideramos "malas", ya que no funcionan correctamente y el organismo no es capaz de eliminarlas por sí mismo. Pero ¿por qué se produce este crecimiento "sin control" de las células denominadas tumorales? Según Hamer, esta producción de células es una respuesta de nuestro cuerpo a nuestra insistencia en continuar con determinados comportamientos. Por ejemplo, cuando alguien es un fumador empedernido, está generando que le falte aire en los pulmones para respirar, de esta forma el pulmón reproduce células para tratar de incrementar la capacidad respiratoria del mismo. El organismo trata de ayudarnos, al contrario de lo que habitualmente observamos como "enemigo", lo que hace la enfermedad, y en este caso concreto el cáncer, es avisarnos de que estamos sobrecargando al órgano con nuestro comportamiento.
Cuando entramos a atacar con quimioterapia a las células, el tratamiento mata tanto las células tumorales, como las células sanas, lo que ya de por sí es bastante invasivo y deja al paciente con pocas defensas. Sin embargo, según Hamer, si el paciente continúa con el conflicto activo, y manteniendo las actitudes que lo han llevado a enfermar, por muchas células cancerígenas que destruya el tratamiento, su organismo seguirá produciendo más y más células tumorales, con lo que la quimioterapia no tendrá el efecto esperado. Esta sería una razón bastante lógica para explicar por qué la quimioterapia funciona en unos pacientes y no en otros. Y por otra parte explica biológicamente porqué es tan importante la "buena disposición" del paciente ante la enfermedad, a la hora de curarse.
Volvemos así al principio del artículo, cuando hablábamos de la importancia de la aceptación de otros puntos de vista en la medicina. Cuando introducimos, a la hora de investigar una enfermedad, el cuerpo emocional, nuestras actitudes, nuestros comportamientos, nuestra forma de pensar y de enfrentarnos a las dificultades, la resolución de la misma toma una nueva dimensión, por completo diferente. Sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a aceptar esta parte de la sanación, ya que implica ser muy sincero con uno mismo, y aceptar que uno necesita cambiar de hábitos para sanarse, a lo cual, no todos estamos dispuestos.
Con la Nueva Medicina de Hamer hemos incorporado a la investigación, además del cuerpo físico, el cuerpo emocional, lo que introduce la voluntad y la responsabilidad del paciente en el proceso de sanación. Si nos fijamos bien, podemos encontrar una similitud muy clara con la situación general actual en cualquier ámbito. Cuando las personas estamos centradas solamente en los asuntos materiales, al producirse una crisis de las dimensiones de la que estamos sufriendo, la primera reacción es la de culpar a otros (políticos, banqueros... etc) siempre ponemos la responsabilidad fuera y "combatimos" contra el enemigo. Si damos un paso más hacia el interior y hacia la conciencia del individuo, nos encontramos con que uno mismo también ha sido partícipe, en su medida, de la situación actual, de modo que ya no "combatimos" contra el enemigo, porque nos damos cuenta de que tenemos que empezar por cambiar nosotros mismos de comportamiento.
Sin embargo, nos queda dar un tercer paso, quizás el más controvertido y el menos visible de todos: introducir el cuerpo espiritual, lo que en el ámbito de la sociedad equivaldría a seguir los pasos de los grandes maestros espirituales de la historia, que nos vienen diciendo desde hace siglos que uno tiene que vaciarse de la personalidad, del ego, para poder trascender el sufrimiento.
En el caso de las enfermedades, las razones espirituales de las mismas son mucho más difíciles de observar. Si ya nos resulta complicado entender que el rencor, el odio o la crítica, tienen consecuencias físicas totalmente dañinas para nuestro cuerpo, y que generan enfermedades, mucho más difícil es descubrir las causas espirituales de determinadas dolencias. El esoterismo tradicional nos dice que cuando un conflicto no se resuelve en lo espiritual, pasa a lo emocional, y cuando no se resuelve en lo emocional, pasa a lo físico. De modo que cuando estamos enfermos, ya estamos en una fase avanzada del conflicto original. Estamos acostumbrados a tratar la enfermedad cuando ya es visible físicamente, sin embargo, el origen espiritual de la misma nos lleva a comprender algo absolutamente importante: trabajar en uno mismo es la mejor fuente de salud que podamos tener.
Las recomendaciones que toda la vida nos han hecho los maestros espirituales: perdonar, olvidar, aceptar, no enfadarse, no criticar... etc. tienen, como podemos ver hoy en día, un fundamento absolutamente físico, puesto que la insistencia en estos comportamientos es corrosiva para el organismo.
Lo que hemos querido plasmar en este artículo es la importancia de observar la enfermedad como una vía para comprendernos, y no como ese enemigo medieval al que combatir con armas de fuego. La guerra siempre es la última salida, y a ser posible hay que tratar de evitarla. Por supuesto, la medicina popular, o tradicional, nos ofrece gran cantidad de avances que no podemos descartar; sin embargo, es necesario que echemos una mirada a aquellos aspectos que llevamos siglos olvidando, y que son el complemento necesario para mejorar nuestra vida y nuestra salud. En cualquier ámbito, y la medicina no es menos, buscar la unidad por encima de la división, es fuente de salud.
Quiero hacer una apreciación final, y es que es muy importante no convertir este asunto tan profundo y extenso, en una consigna del estilo a las que hoy en día proliferan como teorías "New Age" y otras. Es muy dificil explicar con palabras asuntos que se deben comprender con la conciencia, con algo que va más allá del mero entendimiento, y nuestra juguetona mente, en cuanto entiende la lógica de ciertas apreciaciones, tiene tendencia inmediata a formar "dogmas". De esta forma, volveríamos a crear nuevos "sistemas", y esta visión se trata fundamentalmente de algo completamente diferente, que es la interiorización y la comprensión de algo mucho más grande. A lo largo de estos años en Unkido, he podido observar cómo muchas veces, con la intención de ayudar, hacemos una asociación inmediata, por ejemplo, entre un vómito y su causa: "no puedes aceptar algo". Si hacemos algo así, sin meditar profundamente antes con quién estamos hablando, a qué se enfrenta esa persona, estaremos convirtiendo la búsqueda de la verdad en un nuevo libro de anatomía generalizada, y daremos "recetas espirituales" sin tener en cuenta la individualidad, la circunstancia y el alma de la persona.

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