Relaciones entre la comida y la forma de ser



Simbolismo de la Digestión (Extracto del Libro "La Enfermedad como Camino" )
Por los alimentos y comidas que prefiere cadacual, pueden descubrirse muchas cosas (dime lo que comes y te diré quién eres).Será un buen ejercicio aguzar la mirada y la mente, de manera que, incluso enlos procesos más habituales y rutinarios, podamos descubrir las relaciones -nunca fortuitas- que hay detrás de los fenómenos aparentes. Si a una persona leapetece algo determinado, ello expresa una preferencia y nos da un indiciosobre la personalidad del individuo. Cuando algo "no le apetece",esta aversión es tan reveladora como una respuesta a un test psicológico. Elhambre se mueve por el afán de posesión, deseo de absorción, por una ciertacodicia. Comer es satisfacer el deseo por medio de la ingestión, integración yasimilación.
El que tiene hambre de cariño y no puede saciarla, manifiesta este afán en el aspecto corporal en forma de hambre de golosinas. Queda patente el doble significado que se atribuye a lo dulce cuandode una chica guapa decimos que es un "bombón" y que está "para comérsela". El amor y lo dulce tienen una estrecha relación.
Las personas que realizan un trabajo intelectual y tienen que pensar mucho, muestran preferencia por los alimentos salados y los platos fuertes. Los muy conservadores tienen predilección por los alimentos en conserva, especialmente los ahumados, y el té cargado que beben sin azúcar(en general, alimentos ricos en ácido tánico).
Los que gustan de comidas picantes denotan deseo de nuevas emociones. Son personas amantes de los desafíos, a pesar de que pueden ser indigestos, diametralmente opuestas a las que solo comen cosas suaves: nada de sal, ni especias. Estas personas rehúyen todo lo que sea novedad, se desentienden de los retos y temen todo enfrentamiento. Este temor puede acentuarse hasta hacerles adoptar un régimen abase de papillas, como el del enfermo del estómago. Las papillas son comida de bebé, lo que indica claramente que el enfermo del estómago ha experimentado una regresión hasta la indiferenciación de la infancia, en la que no se puede elegir ni cortar y hay que renunciar hasta a morder y masticar (actividades estas en exceso).

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