¡No tengas miedo de los dragones!

Las viejas fábulas contaban de un tesoro que guardaba un fiero dragón, o que se encontraba en el centro de un laberinto. Esta podría ser la metáfora de lo que se esconde detrás, por ejemplo, de un síntoma, de una creencia limitadora, o en definitiva, de cualquier cuestión que involucre nuestro Ego.

Debo recordar aquí que no estoy hablando de egocentrismo, ni de egoísmo, sino simplemente de una falsa identidad que asumimos, y que llamamos personalidad. Por cierto, cuando el Ego se encuentra más cerrado, no es extraño encontrar un egocentrismo muy marcado, o un egoísmo patológico. Sin embargo, la idea involucra más de lo que creemos. El Ego es un conjunto de programas preestablecidos y que han creado edificios de ideas erróneas sobre nuestra identidad y consciencia. El problema no es tener sombra, es que nos hemos identificado con ella, con sus creencias, y la tratamos como el yo y con la realidad, respectivamente. Y la realidad del Ego es la realidad de la sombra.

Nuestro cuerpo proyecta una sombra, pero no pensamos que la sombra es nuestro cuerpo. Sin embargo, no nos resulta tan claro distinguirla en otros niveles; emocional, psicológico, espiritual, etc.

¿Quiénes somos? Las respuestas se pueden encontrar tras resolver el laberinto de cada síntoma. ¡No tengas miedo de los dragones! Son imaginarios...





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