Respuestas automáticas y Frases hechas




 Una de las características de los programas mentales, son las “respuestas automáticas”. En las sesiones lo vemos con mucha frecuencia, y personalmente me ha servido de gran ayuda para aprender a detectarlo en mí misma.

Por ejemplo, hace tiempo que vino un señor con un problema muscular, conflicto que se le activa en un determinado momento. Alguien le increpa, le insulta. Él se dice a sí mismo que no le importa. Lleva más de cinco años diciendo que aquello no le importó, que le “resbaló”; sin embargo, el problema muscular sigue activo. Por supuesto, la persona no relacionaba el dolor físico con el conflicto humano (en este caso la pregunta y la respuesta están desconectadas). En la sesión tratamos de conectarlas haciendo lo siguiente: ponemos una lupa en el instante en el que recibe el insulto, puesto que ahí suceden muchísimas cosas que no logramos ver, porque el programa actúa de forma automática poniendo un velo sobre la verdad. Cuando le pregunto: “¿sentiste miedo al recibir el insulto?”, la respuesta automática es: “no, no, no, no, miedo, no”. Esta negación repetitiva me confirmó que sí lo sintió. El programa responde justamente lo contrario, si es posible con repetición, para que no lo abandonemos.

Es curioso porque, cuando tenemos estas respuestas tan rápidas a preguntas que probablemente no nos hemos hecho nunca, es evidencia clara de que quien está respondiendo es el programa mental que quiere mantenernos en la ignorancia de la verdad.

Efectivamente, en cuanto pusimos la lupa en aquel instante, lo que pasó fue que el hombre sintió pánico, un miedo paralizante a ser ridiculizado en público. Sin embargo, aún seguía sin reconocerlo. Me decía que no sabía qué era lo que estaba sintiendo, solo se sentía bloqueado. Como al hombre se le educa para que sea un “macho alfa”, ni siquiera se reconoce a sí mismo que tuvo miedo. Se avergüenza por sentir miedo y el programa trata de ocultarlo a toda costa. En el momento en el que le digo, como mujer, que por mi parte acepto totalmente que el hombre sienta miedo, que es lo más natural, que el miedo no es para las chicas o para los blandos, que todo aquello son películas de cine de barrio, el hombre se suelta y expresa sus temores con total libertad. Curiosamente, llevaba años expresando rabia, cuando en realidad lo que ocultaba era miedo. Finalmente, le pude dar un abrazo como mujer que no le exige al hombre que sea un “macho alfa”, que le permite y entiende sus miedos. El hombre lloró, se expresó, y salió ligero de la sesión. Se fue la carga moral, la exigencia constante, el peso.

Si se fijan, en cualquier conversación las respuestas automáticas y las frases hechas están a la orden del día:

“- Me dijo que Jaimito piensa que no estoy haciendo lo correcto.
- ¿Y te importa lo que diga Jaimito? ¿Te sentiste incómoda?
- ¡No, no, qué va! ¡a mí me resbala como el teflón lo que diga Jaimito!


Y cuanto más insistimos en que “no me importa nada lo que digan los demás”, más ocultamos ese dolor que nos produce lo que dicen los demás. Esa ocultación lo único que hace es crear sufrimiento por la ignorancia, mientras que si hacemos consciente lo que está oculto, lo único que vamos a sentir finalmente es una gran liberación.

La respuesta automática suele venir acompañada de una larga explicación justificativa, repletita de "frases hechas": "no, no, mira, a mí hace tiempo que dejó de importarme lo que dicen los demás de mí, ¡uy! ¡si tuviera que preocuparme yo por eso!, ¡anda que no hay cosas importantes por las que tengo yo que preocuparme en mi casa!, fíjate lo que ha pasado hoy... bla,bla,bla..."

Las respuestas automáticas son velos que cubren las verdaderas reacciones.  En mi opinión, es muy importante asumir esas “pequeñas verdades” cotidianas, porque marcan una gran diferencia: pasamos de ver una mota de polvo en el cristal de las gafas, a ver un abejorro dispuesto a picarnos en el ojo. Ver con detalle nos muestra lo que sucede verdaderamente en nuestras emociones.

Frases hechas y respuestas automáticas invaden nuestro día a día: “no me queda otra, es lo que hay, de algo hay que vivir...”, y todas ellas consiguen que no nos relacionemos verdaderamente los unos con los otros, sino que pareciera que nos relacionamos entre máscaras, entre frases e impulsos que ya dijeron otros antes, y que nosotros hemos aceptado porque “es lo que hay”. Esa rueda constante, repetitiva, alimenta más aún el velo, y hace que cada vez nos sea más difícil ralentizar el instante en el que suceden miles de cosas verdaderas. 

Tengo la impresión que cuando uno empieza a autobservarse, empieza a ser consciente de la cantidad de palabrería absurda que acompaña sus conversaciones, la cantidad de "yo, me, mis, conmigo" que vomitamos por minuto en una conversación, todos ellos alimentando más frases hechas, más individualidad, más historias personales que no son más que humo que va y viene, que no son más que velos que ocultan lo verdaderamente valioso de la vida.

Así que, desde aquí, te animo a que, antes de contestar automáticamente, o quizás después de ello, puedas tomarte unos segundos para ver por qué tuviste tanta prisa en responder,  y quizás, si lo primero que te sale es una “frase hecha”, te animo a que la cambies por una “frase hecha por ti”.

Un abrazo enorme

Laura Fernández Campillo
www.unkido.com

Comentarios

  1. Un hono leerte,, fichotas están cayendo por montones...las señaléticas (como las del tránsito)son cada vez más obvias, como por ejemplo haberme "encontrado" con ustedes. Bravo por tí, por mi y por todo lo que re-surge. <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Sol. Igualmente! lindos encuentros! Un Abrazooo

      Eliminar

Publicar un comentario