La célula como maestra de las relaciones humanas (2ª parte de los apuntes sobre la célula desde una perspectiva universal)




Las células del cuerpo me han resultado siempre una magnífica forma de comprender lo que nos sucede a los seres humanos. Siento que, como fractales del universo, nosotros, que estamos compuestos por millones y millones de células, conformamos una célula de algo mucho más grande que nosotros. Entonces, comprender el comportamiento de la célula, para mí, está sirviendo de gran ayuda para entender un poco más la naturaleza previa del ser humano.

En un primer artículo que publicamos en este link: http://unkidosalud.blogspot.com.es/2014/07/cambiando-la-percepcion-de-la-vida.html, José y yo fuimos dándonos cuenta del fascinante mundo de la célula y las maravillas que ha ido trayendo su comprensión.

Queríamos ahora añadir un paso más: comprender las relaciones humanas a través de la comprensión de la relación entre las células.

Como vemos en la GRÁFICA 1, tenemos un paquete de células pertenecientes a un mismo órgano; sin embargo, la primera célula de la izquierda no se toca con la primera célula de la derecha. Podríamos decir aquí que, seguramente, ambas células comparten resonancia por pertenecer al mismo órgano, pero no comparten una resonancia directa, como lo hacen la primera y la segunda. El simil podría ser el de las personas que compartimos una resonancia con la ley, o con temas espirituales, o temas literarios... etc. pero dentro de ese “órgano”, algunas no se tocan entre sí, y eso es algo completamente natural, como bien lo muestra el cuerpo humano.

Sin embargo, todo este asunto depende de la lógica que utilicemos para verlo. Si utilizamos la lógica divisiva que nos muestra como "yoes", como individuos separados, entonces surgen los “conflictos”. Si la célula se ve a sí misma como un “yo” independiente de todo lo demás, si la célula se siente separada y perdida, entonces comienza el tumor. Empieza a expandirse sin sentido, atacando al propio organismo al que pertenece.

Entramos así en el campo de las células tumorales, que son células que dejan de estar presentes en su aportación original al cuerpo, para convertirse en células perdidas, olvidadas de su propósito, pendientes de buscar su alimento FUERA, en lugar de disponerse a recibir lo que ya es suyo por naturaleza. Entonces encontramos que, entre las células, en lugar de una sana relación, empieza a haber un tumor.

Yo veo al otro como un peligro, y me defiendo, o lo ataco, sin ser consciente de que somos parte del mismo organismo y que, por tanto, si le ataco a él, lo que estoy haciendo es perjudicarme yo mismo.

La célula sana solo tiene que estar disponible para recibir lo que le pertenece. La célula tumoral ha perdido su propósito, y está más ocupada en extenderse hacia fuera que en permanecer en su naturaleza para funcionar del modo en que la propia vida la ha creado para manifestarse.

Puede ser también que una persona sea célula del corazón, y otra, célula del hígado, por lo que sus resonancias como órganos serán distintas, sin embargo, la célula del corazón no va a las células del hígado a imponerles su forma de funcionar: “oye, mira, célula del hígado, tú tendrías que estar haciendo lo mismo que yo, que soy célula del corazón, y hago que la sangre bombee”, la célula del hígado, como es lógico, responderá que ella no es la que hace bombear a la sangre y, por tanto, tiene su propia función.

La lógica que hemos utilizado hasta ahora, ha funcionado así. Nos matamos entre los países como si las células del hígado fueran a matar a las células del estómago por no actuar como ellas creen que deberían hacerlo.

Pero el cuerpo humano tiene su propia lógica natural, su propio orden, e igual sucede con el ser humano. LLevamos miles y miles de años utilizando una lógica destructiva, sin detenernos a pensar en si ya existirá una lógica previa, desde la cual, existe un orden, al igual que lo existe en el cuerpo humano.

Curiosamente, para aceptar la lógica natural previa, solo tenemos que hacer lo mismo que las células tumorales: dejar de actuar con esa lógica divisiva, soltarla y recibir lo que nos corresponde por naturaleza. Cuando comienza a entrar en nosotros esa lógica natural, es curioso, pero comenzamos a entender también que la enfermedad tiene su propio sentido, y con esa lógica lo podemos comprender perfectamente. La enfermedad deja de ser ese enemigo que puede llegar inesperadamente para atacar nuestras vidas, a ser, simplemente, una forma de lenguaje del cuerpo a través de una lógica (bio-lógica).

Por eso vemos con claridad la directa relación que existe entre el cáncer y los conflictos de relaciones humanas. Pero, por supuesto, desde la lógica común no entendemos esta relación, pues nos parece cosa de locos que un conflicto humano genere un cáncer.

En resumen, las células tumorales no se sienten pertenecientes al mismo organismo, y por eso son capaces de destruir aquello a lo que ellas mismas pertenecen. Lo mismo hacemos los humanos al olvidar que todos somos pertenecientes a un mismo organismo. Cuando empieza a entrar esa lógica natural previa en nosotros, podemos ir sintiendo, con todas las células de nuestro cuerpo, que somos parte de algo único, y entonces comenzamos de dejar de ver al otro como un atacante, y dejamos de atacarlo, pues el otro, en su profundidad, es una célula del corazón, la cual es completamente necesaria para que yo, como célula del hígado, siga funcionando.
Todos somos un gran y maravilloso engranaje. En mi opinión, estamos saliendo de una confusión lógica que nos ha llevado muchos años, similar a un cáncer, para entrar a darnos cuenta de lo verdadero que ya habita en nosotros. Estamos empezando a comprender que la enfermedad no es más que la utilización de una lógica que nos mantiene en la conciencia individual y divisiva del “yo”.


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