Cuando
cambiamos el observador o la perspectiva desde donde vemos, la química del
cuerpo se revuelve, y esto es un transito que resulta, aparentemente,
insoportable. ¡Tengamos en cuenta que estamos mutando pensamientos que tienen
miles de años! Nuestro cuerpo, y nuestros pensamientos y emociones, están
acostumbrados a funcionar de una manera y de repente le cambiamos ese antiguo
observador desde donde partía, por otro, que genera una química totalmente
nueva. Por eso, es natural que durante el proceso nos sintamos mal y estemos
muy cambiantes. No tengo ninguna receta para este transito, sola la idea de
establecer en enlace con ese nuevo observador, para aferrarnos a él, como
Ulises se aferró al mástil del barco, para no caer en el embrujo de los cantos
de las sirenas.
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