El infierno es vivir con miedo, sentirse culpable, condenarse con la mezquina vara de medir del propio juicio.
El infierno es preocuparse constantemente y dejar que la vida suceda sin ser vivida.
El infierno es refugiarse en el pensamiento de otros, es la esclavitud de buscar una aprobación que no llega, o ser aprobado dejando de ser uno mismo.
El infierno es levantarse cada día con la sensación de estar viviendo un día cualquiera, sin arrojo, sin pasión, sin entregarse totalmente a la existencia. Esa es la condena a la que uno puede someterse, si no se decide con determinación a ser total y absolutamente libre.
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